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Un 22 de abril de 1451 nacía Isabel I de Castilla, en Madrigal de las Altas Torres. Su reinado transformó para siempre la historia de España y dio inicio a la proyección global del mundo hispano.

Impulsora de la unidad de los reinos peninsulares, defensora del fortalecimiento de la Corona y figura clave en la financiación del viaje de Cristóbal Colón, Isabel fue mucho más que una monarca: fue el punto de partida de una nueva era. Bajo su impulso, la lengua, la fe y la cultura hispánica comenzaron su expansión por el continente americano.

 

 

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A más de cinco siglos de su nacimiento, su legado sigue siendo objeto de estudio, debate y memoria. Pero por encima de todo, Isabel la Católica permanece como una figura central en la historia compartida entre España y América. Una reina que entendió que el poder debía servir a un propósito más grande: forjar civilización.

Isabel dejó también una visión política que la diferenciaba de otras potencias de su tiempo: ordenó que los pueblos indígenas fueran protegidos y tratados como súbditos de la Corona, no como propiedad conquistada. Un gesto adelantado a su época que dejó su huella en las primeras leyes de Indias y que confirma que su legado no solo fue estratégico o cultural, sino también profundamente humano.