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La Semana Santa de Sevilla no es solo un calendario de procesiones, sino una experiencia artística y espiritual que lleva casi cinco siglos transformando las calles sevillanas en un museo al aire libre. Los pasos barrocos —verdaderas joyas de imaginería— avanzan sobre los hombros de los costaleros, acompañados por marchas solemnes y saetas que rompen el silencio nocturno, especialmente durante la emblemática Madrugá.

Su influencia se extiende más allá de Andalucía: ciudades como Popayán, en Colombia, o Antigua, en Guatemala, heredaron este modelo procesional, confirmando que la celebración sevillana es un referente para todo el mundo hispano. Esta proyección internacional convierte la Semana Santa de Sevilla en un puente cultural que une ambas orillas del Atlántico a través de la fe, la música y el arte sacro.

Además del valor patrimonial, la Semana Santa supone un impacto económico notable: atrae a más de un millón de visitantes cada año y moviliza a toda la ciudad. Pero por encima de cifras y turismo, su mayor riqueza es intangible: la transmisión generacional de una tradición que combina devoción, identidad y una estética barroca inconfundible, consolidando a Sevilla como uno de los iconos culturales más poderosos del mundo hispanohablante.